Qué fríos los zapatos con medias de vestir, qué lindo es el reflejo,
mi mirada viene en la cuneta de la avenida, y la gente se estampa contra el vidrio,
ellos no me miran,
yo escondido en esa imágen,
solamente los observo.
Miro el detalle de sus nucas complicadas,
sus cabezas traen tormentas económicas,
tristezas, alegrías, precios, pagos, deudas, canciones,
algunos, los más enajenados, duermen, y la tos,
me obliga a mirarlos.
¿Sabrán que de ese viaje nacería esto?
¿Habré ido sentado al lado de un hombre feliz?
Qué contagio espiritual me dió este material para que lo vuelva prosa,
ellos sabrían que yo los iba a inmortalizar anonimamente,
que ellos se volverían poesía,
aún con sus fealdades, serán bellos de este modo para siempre...
¿Podrán entender que mañana, o un día, se van a encontrar con alguien que los detalló,
así, con cuidado, con su ropa cuidadosa,
con su crema para manos,
o con su rimmel?
O si solamente me dieran un beso. O si se facilitase el todo.
Si ellos pudieren ser congéneres habitacionales,
y la libertad augure, su misión de amparo.
Si la felicidad fuese el puente.
Sabrían que tengo un elemento,
uno, al menos, que me vuelve distinto,
cuando quiero igualarlos...
Renuevo lindo eres, suave, cálido,
sonrisa que a mí mismo viene,
que descansa en Pablo.
Renuevo, de pasión agradecida,
sentado, mirando sus nuncas,
acariciando sus siempres,
observándoles, con este silencio hablado,
el corazón desde la nuca.
Y una fuerza me propone que dispare,
porque gime la salva que el mortero pronto eleva,
son fracciones de pasión apasionada entre las alas,
ya no me interesa, pronto estaré lejos, ya será la selva,
aunque bajo,
descendiendo impronta,
y estoy en esta esquina natural y de barro,
preparo el café lento,
desayuno lerdo,
pienso en tantas cosas,
me acomodo el carro.
Arriba, que me voy, al frente los caballos,
detrás la historia hermosa,
más lejos los fracasos,
sus nucas, tan preciosas,
el timbre,
y un me bajo.