Sos dificil, porque en estos años escuchaste todas las palabras que hay y aún,
por que por ser vos misma me diste una ilusión en un envase que puede parecer perecedero.
No quiero resultarte una emoción, no sé si tengo nafta para más,
no sé si soy real o verdadero.
Sos dificil.
Pensé que me iba a resultar más fácil menospreciar el oprobio,
combatir al miedo.
A tus manos, con siete anillos de marcar distancia, para adivinar ninguno,
con amor de tiempos que me anuncien puentes,
a razón preciosas, manos tibias, suaves, de lugar de ahora,
de canción y mezcla de rubí y topacio.
Solamente la poesía en un patín.
Dónde pongo la garganta, subo la nota, y canto,
pensé que iba a ser más fácil admirarte,
pensé que tu ilustración de muecas y facciones rosas,
me dejarían puertos de ilusión sin rocas,
que me anuncien antes, que llegando, he vuelto...
He vuelto y en tu distancia de permiso rompo,
porque soy un perro que no tiene dueño,
porque soy un árbol que nunca dió frutos,
porque tengo el tango, porque lo conozco,
porque tengo un tango, la palabra un sueño.
Y claro, mordí.
Seguro.
Puse mi boca para ver si mis labios se iban en una insolente e invernal canción y ahora,
te respeto tanto.
Me quedé tan chico a mi mismo, que ahora,
ahora busco en la inocencia,
ahora en la conducta, ahora en la conciencia.
Te doy una palabra,
y en otro lugar, más cerca nuestro.
Se da la misma.
Mientras yo dije doce, alguien dijo once,
y todo un pueblo se levantó de obreros a construir por fé,
el capítulo anterior de nuestras vidas cuando,
cuando todas nuestras vidas duraron cinco horas.
Y un igualar de apuro la construía a lo loco.
Cuando fuí un señor, por el respeto, por el amor, resultaste ser una señora,
y claro, agarro viaje y voy, y me subo al molino.
Y soplo, y un soplido de huracán, me pone en tu lugar de primavera.
Como si fueras eterna como una mariposa, imposible como la duradera.
Y te dice basta.
Basta pero nunca.
Basta pero ahora.
Y está cruda.
Y sale a chorros, y tengo la facilidad de suplicarte, que me humillo,
que es verdad, que nada y siempre, y todo o nada, o nada y solo,
tu sonrisa,
va,
a la nada,
va conquistando la luna que no ví por el momento,
la patria que auguré, que dí de a partos,
la pasión de ahora, que a las dos menos cuarto.
Yo frente a mi pared de madera,
buscándote en la primera línea,
ahora.
Ahora grito en el silencio de los tres audífonos,
un segundo más tú dónde estás...
Un segundo más el dedo enroscado como los reglones,
en un beso que guarda tu buenos días de a primero,
y es seis de agosto y seis, yo me animo a describir la crónica del cielo.
Apiru, hacedor de ladrillos,
formador de barro con que el mismo barro,
levantó paredes tan piramidales,
que hasta el nunca es cuando. Porque todo ahora.
Que mi nada es cuento. Que es poesía sola.
Y la estrella fuistes vos, sentada en el centro.
Corrida. De focos, de lugares, de perfumes.
Y no es para que lo tomes de forma literal,
porque yo soy el Mar Rojo, y vos la vara.
Yo podría dividirme para cumplir tu deseo más insospechable.
Pero antes, te daría la ocasión,
te daria la porción,
de que me mirés, entonces más después de que me hables.
Y claro.
Suena lindo.
¿O qué sé yo?
Cada cosa es la poesía impracticable.
Y estás vos, sentada, mirándome con un ojo que está lleno de lugares.
Y yo.
Te doy la espalda, en cuero, porque me voy a buscarte.
No sé.
Tengo esquinas que silbaban tu canción.
Tengo choques en la historia de tus calles.
Tengo todo sin tener ni una razón.
Tengo todas las palabras impensables...
Tengo solamente tu perdón.
Tengo solamente que me hables.