martes, 17 de abril de 2012

Lugareños del Monte.

Cuento todos los días las mismas cosas y sin embargo no soy el mismo de todos los días,
logré despegarme de la sombra que perseguía a mi luz emergente,
ya el sol me reseca la cara, y los pies cansadamente dan pasos lentos hacia adelante.

Adelante.

La libertad eminente, la pirámide enorme, la conclusión evidente,
las cosas que se sorben regalando, los regalos perdidos que no vuelven,
la certeza de que estás libre, la seguridad de saber que me leerás diariamente,

(aunque la decepción pasada haya sido enorme)

o al menos, hasta que por fin te des cuenta, que sigue el uno al uno, y así,
hasta que lo granulado del piso te lleve a mejor camino.
Por no ver que soy acompañante, cuando menos.

Tengo un lugar escondido más adentro, donde nadie ha llegado en mí,
un lugar que se construyó cuando el odio me soplaba la cara,
ese lugar en donde se escondió mi espíritu y con él su alegría,

y esperaron la paz, sobrevivientes,

esta cueva en donde nadie ha entrado, esta piedra angular de la montaña.
Este lugar accidente de la complexión humana, este solar de cedrones y de tilos.
Esta incontrolable geografía.

Mi lugar de anexos, no es mi lugar de todos.
Puse las fotos que perdí en el camino, las condiciones grises,
las anécdotas, con sus proyecciones para la psicología de los mediocres,

para la incontable sabiduría de los mediante de los hombres,
los profundos pensamientos con sus temblores en el alma,
el raciocinio, el intelecto, el cruzar el mar, el detenerse en la luz,

que surca, con mis ojos, con los ojos de grano de trigo, en el cielo.
Porque tengo que bajar para que entiendas un poco de lo que hablo.
Porque vos hablarás desde un lugar que se desbarata cuando llegas a Pablo.

Iré solo, no pretendo compañías, iré de a pie, no con la locura o con la agonía.
Seremos a lo sumo cuatro, cuando mucho tres, probable es que Él llegue primero,
y que yo llegue casi de rodillas, o entero de rodillas, pero después que Él.

Desde abajo, un joven Antonio a los gritos que reclama,
tal vez Pablo intente ordenarlos a todos,
un montón de hombres y mujeres, que desaparecen si me alejo.
Desde abajo, Antonio, suplicante. Pablo.
Suplicante.
Desde abajo los que admiro.
Desde abajo los que respeto.
Desde abajo es que los amo.

Desde abajo, con las manos limpias, entrando al monte santo.
Que cumple años, y yo sé honrarlo de esta forma, quinto cumpleaños.

A lo más alto, en otros escalones estarán los consagrados,
me dará un beso como para que guarde en el sitial invisible,
para que me lleve una memoria de eternidad,
y así poder pararme en la línea que cruzará el fuego,
porque seré probado, grandemente, como son probados los guerreros.

Y todo con mi nombre propio hecho cenizas,
dirá que no existí porque solo a través de su existencia existiremos,
en una última condición de preguntarte primero.

En una preciosa conexión con el color que dispara el arco iris que es el pacto.
En una contaminante energía que te limpia dándote una felicidad que no se sabe de dónde sale.
Y que te destroza al punto de la contractura del vientre,
como nunca o como siempre.

Pero si no me van a hablar de forma cuidadosa,
si no me van devolver lo que doy desde mi amor...

Voy a seguir dando hasta que el mundo se transforme,
hasta que el mundo me comprenda.
Hasta que el mundo conozca el lugar,
donde se escondió mi niño, o al menos mi espíritu,
porque en ese lugar, tengo espacio para todos.
Y todos es vos también.

Porque festejo el lugar de los que oran,
escribiendo de alguna forma mis oraciones.

Sobre la Ayuda

Yo quiero ayudar.
Pero no sé.
A veces estoy ocupado.
No puedo ahora...

Ellos saben,
pero tratando de ayudar,
fueron decepcionados.
Y ya no ayudan.

A otros tantos que no les interesa,
les importa poco,
o nada.
Porque su tiempo se agota en lo sencillo.

Yo quiero ayudar.
Pero me duele.
Miro a los demás. Y me duele más.

Me duele que no ayuden los que pueden,
y que la ayuda se deba a que exista un ausente,
de parte de los deberían y que aún son los que deben.

Yo quiero ayudar, pero no importa,
porque si ayudo la jactancia me invade,
será que mi orgullo es enorme,
será que mi ego es gigante.

Por eso no ayudo a veces...
Por mi ego y mi orgullo.

Al enfrentarlos se esconden en mi voluntad,
y ejercen presión porque ellos saben...
Sí, yo sé que saben...
De donde vienen y adónde van...

(Tienen la fórmula para que nos volvamos indiferentes,
tienen la clave para que dejemos de ayudar...)

Yo quiero ayudar. Y no ayudo.
Me hago el sota delante de la necesidad,
y digo el sota, por no decir el...
desinteresado.

Yo quiero ayudar y mañana empiezo,
con la dieta, con el café, con la transformación.
Yo hablo desde la honestidad.
Y me odio al descubrirme deshonesto...

Yo hablo de la solidaridad...
Cuando la niego...

Y hablo de muchas cosas más...
Y el que habló parece que es mi ego...

Hablo del amor, hablo de la paz,
y cuando me los encuentro,
no te los doy, me los guardo me los quedo...

Hablo de lo mucho que hablan los demás.
Y es horrible. Es horrible. Es muy feo.

Hablo de la Patria, de su pueblo, y su capaz...
Y evado lo que debo...

Más vale que te ayudo...
Yo no digo que te quiero ayudar nunca más.
Más vale te ayudo, y veo...

Pero si me siento a mirar una plaza con vos como hicimos hoy,
puedo ayudar más fácil, porque puedo ayudar de nuevo...

Me volvés ayudante y capaz, porque así me volvés caballero...

Puedo entender que ayudo a los demás callado,
puedo entender que puedo ayudar dando en silencio.

Puedo entender que tu risa puede más que los misterios...
Podemos ayudar a repatriar lo repatriable, porque ayudamos al pueblo...

"... Les enfants soldats doivent être à la maison..." 
dice una señora que necesita ayuda mientras pasa,
"... Los guerreros infantiles se quieren en la patria..."
depende de la traducción,
sí así es se ayudará en la casa...

Y pido ayuda.
Porque es simplemente esencial,
y pido ayuda.
Porque sigue siendo necesaria.

Yo te quiero ayudar.
En lo que pueda.
Yo te voy a ayudar.
En lo que quieras.


Yo quiero ayudar.

Quiero
ayudar.

Ayudar.
Hasta que duermas.