lunes, 1 de agosto de 2011

Cae la hoja.

Me empeño en construirte desde cero,
salgo desde el conocimiento, voy más alla.

Dí con lugares rotos y conocí los detalles.

Me amigué con el hombre que pintaba al viento,
me junté con otro que retrata al tiempo...
Me fui.
Incluí en la lista de porciones, una grande de canciones tipo Dylan,
permaneció la idea flotando en el viento.
Permaneció después de todo.
Porque era luz y sal, y rompió el templo.

Erraba el trovador.
Y yo contando las letras para llenar los vacíos.

Una mano me dió con una roca y un mar para que lo observe,
me aburrí,
me dí la media vuelta y volví a la plaza dónde comenzó la misión.
Quiero ser una parte de la mirada en el foco.
Quiero ser una rutina en la conducta del loco.
Vos.

Gemido que parió tu somatización.
Lágrima,
qué cristal ausente,
qué canción de invierno,
qué café con pocillos...

Qué digo?
Otro absurdo es. Ningúna canción remota.
Otra mano, y van, frutas secas y lamentos con escarcha.
Qué hermoso y ajeno nos es el invierno,
solos menos con un poco de calor, que ahuyenta tu necesidad de acompañarme.

Libres, claro. Pensando en hacer todo de nuevo.
Es hermoso poder contar cosas ajenas en clave,
es hermoso fundir como hierro la porción de carne,
es el epicentro de la humillación.
Es la muerte de la verdad absoluta.

Qué hermoso sol a visto mi rostro.
Qué linda letra mayúscula me mostró,
que esta viniendo la vida perfecta para nosotros.

Cae la hoja.
Y yo camino y fumo pipa con Withman,
vamos a sanar una batalla.
Que ya habremos combatido,
que la tenemos ganada.

Caen las hojas. Y era un hoja simple, distinta y cayó sola.