No es un relato que mi manto se encuentre para cocinar la ropa,
no quiero hervir las telas que cubren lo mío,
para que la cuestión poco a poco, no se te derrame,
para que no se esfume, para que no se evapore.
Serás, en tiempo y forma lo que debes ser. No más. Ni menos. Un hermano.
Eso es todo.
Él no permitirá que tu paso rompa condiciones, ni que la palma de tu mano desvíe tu curso.
Cerrará los ojos, gritará tu nombre, dará su opinión. Te va a amar.
Como nadie te ha amado nunca.
Podrías permitirme enamorarme de la idea aunque más no sea.
Algún que otro incrédulo de por ahí, dirá... ¿Sí total...?
Cada día tu paciencia me mejora, lo puedo sentir,
no es tan sólo una apariencia,
empieza desgastando las relaciones, para renovarlas,
trabaja con tus cosas, y él las deja nuevas,
es tan íntimo,
es tan privado,
que hay momentos que te sentís loco,
mirás que todo entorno a vos sigue en el tiempo,
y vos, vivís un éter, estás así,
cómo "flashando"...
Pero es más profundo el curso, es más complejo comprender los resultados,
no sólo se trata de parir los verbos, anuncia una demanda en cada predicado.
Estrofa tras estrofa, palabra tras palabras,
el mundo se te anuncia,
trabaja sobre el alma,
y el alma y la poesía,
y el alma y la apariencia,
y el alma y los dolores,
y el alma y la demencia,
y el silencio.
De pronto, todo se encoge,
la creación te celebra.
¡Santo!
Y hace, suavemente y sin forzar que te apartes.
Porque querés creer y no podés.
Porque querés entender para creer. Y me pasa.
Pero.
Es él.
Viene porque lo buscaste, llega porque lo has llamado.
Te está diciendo que nada hizo tan completo como a vos.
Que en nada puso tanto amor como en ahora.
Y el calor, suave distancia que se guarda de la temperatura.
Anuncia una trompeta.
¡Ea! Vienen los otros jóvenes, los que quieren estar sanos.
Los que quieren ser libres, los que buscan ser santos.
Y al salir, cuando se comprende lo verdaderamente histórico de todo esto,
cuando es un complejo amor el que se te relata,
cuando no se trata de entender el libro,
sino que la milonga ocurre en la vida santa.
Errar es toda la repugnancia que conozco.
Ya no puedo mentirle a mi corazón,
porque anuncia un amanecer,
con un sol tan abrazador y cercano.
Que mañana seremos nuevos hombres,
porque mañana seremos, en su tiempo, hermanos.
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