Es una postal con al menos ochenta años, hace foco sobre una cara desconocida,
sobre un joven que creía distinto a mí, que pensaba distinto a mí,
es la estampa de alguien que luego conocí...
¿Qué cómo lo conocí?... Pude conocerlo hasta ver su finitud,
pude conocerlo hasta el rincón de su bigote, hasta su canción de cuna.
Hasta su abrazo manso, hasta el largo de sus uñas,
y le debo, tanto le debo, la pasión por Boca Juniors,
y le debo conocer a un tal Madurga...
Le debo el tango, a D´Arienzo,
le debo el sol y más de una noche de murga,
le debo los nombres propios de mí familia,
y el Perdón por ofenderlo alguna tarde de verano,
cansado y viejo ya, apoyado, todo, en un sector clausurado de la memoria...
Resucita esta mañana.
Sin vivir... Es Don Alfredo...
Le debo tanto, que si lo pienso todavía,
todavía estoy a tiempo,
aún puedo pagarle, así. Honrándolo.
Si lo voy a buscar adentro, si lo rescato esta mañana del Seol,
si Dios me dejara tocarle la mano,
acariciarle...
Decirle: "Viejo, vamos que salimos..."
Esperar su paso chueco, herencia cruda, su bicicleta.
Su Derby Suave Corto.
Su voz. ¿A dónde estás Viejo, por qué cantan los jilgueros...?
Pero está vivo en mi vida como un ejemplo,
está vivo en mi cabeza de recuerdos, de trinchetas y revistas de banquito,
está en las medias suelas, en la galería, en las medias horas,
en la calesita de la vuelta, en el vinito con soda para nietos,
en el puchero del mediodía hirviendo a todo vapor,
cantando canzionetas que hacían compás con el lavarropas,
en el delantal, en el uso descuidado de sus herramientas...
Pobrecito el albañil... Esa era su canción...
Así suspiré su trabajo de zapatero...
Sus herramientas.
Qué tesoro que pugna en retratar mi mente.
Si sólo soy lo que él hizo que sea.
Si soy beso de su boca, idea de su idea.
Mano de su mano.
Carne hecha de carne.
Gracias nono querido, gracias por ésta que es tu herencia...
Me quedo con tu dedo mocho, tus lunares en la espalda,
tu piel blanca... Tu elegancia breve que era de vals o de tango,
tu Margarita, tu flor en el jardín, la esencia de la calle Olavarría.
La Daisy, el Collie, el miedo que no era miedo al lado tuyo,
los cuentos, las historias, las poesías,
Sarmiento de Junin, Estudiantes de Caseros,
tu presente, tu olvidado, tu pasado, tu costado,
tu Jesús, tu Jesús que era un Obrero,
y a Perón, sin odiar, sin montoneros. Sin hablar, sin lugar, y sin el tiempo.
Llorar es algo que no me sale esta mañana,
estás todavía lamentando el ya no estar del limonero,
estás lamentándote el pino que no está,
caminando por Uruguay, lentamente hacia el blanco y negro,
que a falta de honra le ponemos al pasado...
Ya que por sus frutos los reconoceremos...
Hoy volví a ver el mundial, el mundial que vi con vos,
el mundial noventa y cuatro,
en tus rodillas...
Hoy canté tu cumpleaños, hoy me dí cuenta que soy,
una parte de tu voz, tal vez un cuarto.
Gracias Viejo por quedarte en los lugares donde hay sol,
por entrar en la alegría de mi blog,
por estar, por ser quién fuiste, y lo que sos...
Por el mate, por la historia y el Adiós...
¿Más quién pudiera robarle al pasado una mañana,
y abrirte la puerta para ir a aprender un poco más,
de lo mucho que me enseñaste...?
¿Será también este motivo,
de la búsqueda inicial del esperar...?
Será.
Así Será.
Suelto al abuelo.
Y se va.
Despacito.
Se va.
1 comentario:
Guille, me encantó... y me parece un homenaje hecho con amor, respeto, y muy merecido
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