Vivir una experiencia.
Un solo segundo. Un instante.
Cierro los ojos por un momento,
cuando en realidad quiero cerrar mis oidos,
levanto los brazos, porque es un avión gigante el que pasa a centímetros de mis manos,
veo su abdomen de metal, su complicada morfología, su furor sobre mí...
Me aturde el por qué de sus turbinas,
que arman un odio sordo,
una explosión necesaria.
Pasa lentamente, y es poco mi lugar,
me siento un rascacielos,
me dura milésimas de segundo.
Dura un momento. Una sensación.
Miro su estela. Su viento que es de fuego y que me abraza.
Y el momento me deja excitado.
Me hace explotar, me repone, me descompone. Me dobla.
Me siento la parte más pequeña de la tierra. Me siento indefenso.
La cabeza se me va hacia los aplausos del viento contra los árboles,
me llevan a tu sonrisa cuidada, me traen a los lugares seguros,
es alto el monte, surca el canal el descenso,
el agua y la roca, y el moho, y el pasto...
Mi mano ahora acaricia el pelo de la tierra,
el cuidadoso regalo.
Címbalos, campanas.
Movimientos de la vida.
Una mariposa viene a mi cabeza y salta,
unas hormigas, que me demuestran que toda la creación trabaja.
Y yo en mi retrato perdido del Siglo veintiuno.
Yo en mi colgadera, en mi poesía que es un suspenso,
en mi poesía que estaba equivocada,
en mi poesía que celebra.
Y que canta.
Y que reconoce.
Y que agradece.
Porque es el material sano de mi cuerpo,
es la Palabra misma la que me dió el significado,
sin entender que lo mucho o lo poco que conozco,
ya estaba sembrado, yo siego lo que por otro fue sembrado.
Y sí, Es Verdad,
solamente a veces,
cometo atrocidades,
cosas simples, cosas graves.
Porque...
Si piso una criatura que se despierta.
Si tracciono una vida.
Si lastimo una maravilla de las que soy testigo,
es para poder renunciar cuando renuncio,
a vivir de la vida en lo que escribo.
Y aprendo, momento a momento.
Hoy sí.
Hoy se rompe. Hoy es el día.
Hoy es día de tocarle la panza al avión.
De molestarlo.
Hoy Forrest corre, hoy rompe la prótesis.
Hoy se lanza en carrera. Hoy se libera.
Hoy corre.
Y el avión entiende. Lo que la máquina entienda.
Y que entienda que yo soy mucho más que él,
y que vos, leyendo, ya hiciste mucho más que volar.
Más ruido, más explosión, más vida.
El nunca aprenderá a ser otra cosa que no sea a planear.
Mientras que tu combustión necesaria,
te enseña cada día un poco más.
Aprender reconociendo el perdón. Vuela, pero es sencillo,
es solamente un avión.
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