Señor Neruda vengo a decirle algunas cosas,
las tengo atragantadas, aquí,
en el teclado.
Aquí en esta molestia.
Aquí en el sabio celo, he visto recientemente su Poema 19.
Y sabe. Haberse muerto hace unos años no lo salvará a usted de todo esto.
No tiene usted derecho a describir el todo,
no tiene usted tampoco derecho confirmado,
de hacer risa del agua, la espiga su costado,
no entiendo cómo hizo, porqué le costó tanto...
Me deja con la idea de alguna conocida,
no sé si pasa ahora la voz en penitencia,
propongo competencias, de letras que a destajo;
Usted sabe trabajo, en la grandilocuencia.
Se olvidó de la parte de que a esta niña ahora,
es mío el describirla, su oficio ha terminado,
me queda a mí el legado de andar en cada letra,
diciéndole si es muy frágil, al menos si es morena...
Me inclina a defenderla, me acerco al mediodía,
y veo que en su espalda, sútil monocromía,
me deja un verso nuestro, al menos una pista,
de verbo trapecista, que anuncia el desespero...
Hoy que vuelve la niña morena, y juega con el sol,
presuntos competentes, danzantes, como esteros,
sus versos son primeros, los míos posteriores,
los próximos mejores, grandioso compañero.
Asique le agradezco por todo su estamento,
construyo un Monumento, lo pongo en mis vitrinas,
asuntos que terminan, hermano Usted Chileno,
los tiempos no son buenos,
difieren a su esencia,
lo llamo a la existencia,
lo acerco, lo compongo,
entonces me repongo,
lo suelto, lo perdono.
Y dejo que el fluído del agua que lo trajo,
me libre del fracaso, de no seguir su huella,
lo llevo a las estrellas, usted sube, yo bajo...
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