viernes, 24 de agosto de 2012

No title

Se hundieron las manos en la harina, con la idea de volver pan la mezcolanza,
una idea superior a la rutina, el caudal del río vivo no descansa,
la levadura que murmura inflando con su hongo, lo que aquel ojo posó para soñarte,
entera y musical; formas quimeras, de la unión casual voraz para encontrarte...

Entonces me decís que era mentira, te escondés entre los juncos de un estero,
te guardas, te mentís, te protegías, te querías volver, me hiciste un verso.

Un verso que después de muchos años, aún me sopla por la tapa de cilindros,
me acompleja cuando busco por adentro lo que siempre pude ver en mis bolsillos,
y ahora tengo de la vida la peor parte, la de andar como un loco por la calle,
en este viaje de anfetas que no me terminan nunca de pegarme,
pasta a pasta, locura a locura, mandándote a mis fantasmas a callarte,
oir que existe sabés. Y que no estés. No me sorprende.

La primera vez que nos abandonaste, nos dejaste con la nada de una fe,
y uno es niño sabés, uno no suele entender que Dios está metiendo la mano por lo pronto,
entonces, te perdonamos aquella vez, y pensábamos que ahí terminaría.
Como se termina esto.

Porque aquí habré vomitado tanta angustia,
que al englobarlo todo en el mismo globo,
será una causa perdida yendo al cielo,
como si el arrepentimiento te resolviera,
algunos de los abismo que nos has cavado.

Estos pozos que tienen nuestras almas,
son agujeros que me hicieron tus mentiras,
y el haberlas creído, entonces, me dieron la verdad,
como el del punto de un final que no termina.

Así en mi cabeza, necesita dormir sin lo que tengo,
por esa razón se cierra lo que se está cerrando,
sin cerrarse nunca lo que nunca cierro.

Andá saber que tordo me ha matado,
la extraña sordera de aquello que es curable,
si el viento que me sopla en la cabeza,
es dolor creado por mi mismo, pero es aire.






No hay comentarios: