domingo, 4 de diciembre de 2011

Noviembre del 2000

Me perforo al oírme cansado como los niños,
Tan absurdos como imaginarios, tan envueltos...
Tan hermosos como cansados, tan estúpidos como reaccionarios...
De mis brasas el germen, de mis brasas la vida...
Yo dispongo a mí que hacer de los relojes...
Son del viento del amanecer, tan cansados...
Tanto oímos que reiteramos los errores, que nos suceden,
Cosas innegables, trágicas, dulces, orgasmos, sonrisas,
No estamos sino en el infierno, la distorsión...
El sonido de un motor lejano, tu voz violenta,
Mis manos, tu hipnosis, mi llanto, tu rebelión, mi canto...
Tu mate, mi poesía, tu cuento, mi historia...
Innegablemente historia de voz, de grito de vidas...
Estallar es acobardarse, sentirse inferior, escaparse...
Al humo de las cabelleras rasposas, áridas, inmunes,
Y a la vez un contrabajo se desplaza en el espacio impune...
Nadie juzgará tus actos, yo sí, yo nací para juzgarte...
Yo nací para quien necesite la mano que se abruma,
Que se abruma a la hora de liberarse...

Escribo a los niños, quienes son irrefutablemente mi puño,
Ellos que serán mis hijos, mis hermanos, mis nietos,
Ellos serán mi voz, mi grito, mi independencia, mi poesía...
Me imprimo a tus ojos, cual la Biblia del Norte,
Escribo por quienes lloran, le escribo a quien le importe...
Pero, fundamental a los niños de aquí y de allá.
Los morenos, negros, blancos, amarillos, rojos, de flores,
O acaso los niños no son de todos colores...
Amo, cuando cantan ignorando el porvenir,
Quiero, que crezcan haciéndole el amor al destino,
Sufro, cuando los veo golpeados, y más sentimiento atino...
Y son tantos que yo no lo soy, aún soy niño...
¿Acaso tu no eres niña aún?...

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