martes, 12 de julio de 2011

Terceras veces (Trilogía de la tragedia)

Tememe porque el corazón, cuando se nos cae del pecho, carece de los que nos recorran,
está la acción, pensando qué hacer. Hay un amigo dispuesto a sostenernos,
porque mañana encontraremos más actividad, y en cuanto a la actividad seremos bestias.
No insistas, no porque lo haya dicho el I Ching, no porque creamos en un libro que nos diluya,
no porque nos solucione las cuestiones de las que venimos en fé a conversarnos, por eso.
No importa si te comés un garrón. Hay una palma de mi mano, que el napalm no elimina,
es más violento que aquella tierra de violencia, prometida.

Resulta que de los golpes, desde la niñez, desde la inconciencia, desde las obstrucciones,
desde donde venimos a contemplar este acantilado por donde la imaginación,
por donde las calles de la primera vez, de la primera cita, devolver a conocernos,
me hizo temblar. Timbrando. Con la sensación del aullido permanente. En revoluciones.
Las marchas no funcionan, mi concepción del color, sin que sea evidente retornamos a la sombra,
hoy de domingo, en gotas finas y cortantes, y penetrados a las cuestiones de las que no se hablan,
dónde...? Dios...? Dónde.

Dó quedó desde fa hasta la última nota de notas de escalas, en nuevas luces,
entre otras cosas desde la mano hasta el codo, desde el codo hasta el hombro, ahí se colma.
Espero con la quietud del cemento, con la resistencia del concreto que gris aniquila lo quiero,
no salen flores de las paredes, por más grandes y lindas que sean las arquitecturas del microcentro,
no obstante, bebí rocío, de pístilos que si encontré por los etcéteras de tu cuerpo.
Blanco. Con algunas marcas, no es de piedra ni madera, donde el espíritu santo hizo su templo.
Miro frugal el acero, observo el brillo generado por la luz mortecina, por la interrupción.

Quieren tocar nuevamente mis manos su percusión, y darte como respuesta golpes de parches,
en cuero sin sentir que las manos sangran, descamisado, desperezado. Contento.
Quiero despertarme. Pero no porque me mantenga dormida esta semana, ni este año. Ni tus segundos.
Es tarde, las horas se van perdiendo vanas, la vacuidad de las manecillas se filtran.

En el ambiente, como si fueses de oxígeno, empiezo nuevamente a respirarte. Vuelvo a verte.
Y entonces, los miedos que tenías comienzan a disiparse, mi mirada a aparecerse,
porque volveré a la tierra de donde mis cenizas fueron fénix.

[Matar canallas con su cañón de futuro...? Quién podrá superarte...?]

Bueno... Bueno.
También tendré que hablar de Benjamín, de que la vida se hizo más vida.
Porque nos están dando buenos motivos para vivirla. Porque los simpáticos padres.
Porque los hijos que vienen, los tuyos, los míos, los de ellos, entenderán tarde todo esto.
La lectura llegará con lápices de mina carbónica, esperando resolver con manos libres,
las canciones que los padres no pudimos, ni supimos, escribirles.
Porque un día nos perdimos. Sin morirnos. Hacía la terraza.

Con el bombín a cuestas como piedras.

Para descansarnos en lechos de mar, de arena, para sorprendernos una noche,
mirando tibiamente las luces estelares de las sierras.
Quién pudiese corazón, sorprenderte con el mundo entre las manos,
páramos, dunas, desiertos enteros de soledad para todos. Desiertos habitados,
porque la gente nos habita sin transgredirnos, porque estamos vivos, entonces,
ni la poesía, ni la gloria, ni este ciclo, se ha confirmado como vocación, en subversivos.
Terceras veces.

Agosto agotado del 2010

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