Pensé en Pao esta mañana, caminaba por Libertad viendo el tatuaje del brazo,
busqué en los pasos que dimos, en la risa, los portazos, el tiempo, temor y ahora,
una nube desde el Sur, como mandada por Dios, nos confirma el holocausto.
¿Pero y si el fin es en cuotas?
¿Sí es verdad definitiva el final de este paréntesis?
Si abrazado a la consigna solo hay fe donde esconderse.
Veo fotos de políticos tomadas de mil perfiles, periodistas de por miles,
hurgando en una verdad, desierto y calamidad, tristeza de pan y cobre,
porque el pobre sigue pobre, y yo andé por Libertad.
Y pensé en Pao, mientras Joaquín resoplaba una nube de esperanza y lujo,
porque él, con todas mis falencias como padre, es un niño feliz. Y no me equivoco.
Morada de juego es el corazón del niño.
Con el café vino Ceci o Tincho, Tati y Fede, ellos juntos,
también vino Pedro, Sole, Juli, Agus, el nene, y la habitación se llenó de amigos,
estaba Carli, Marce, Jime, Joa, todos, bah, incluso en un rincón,
Gastón no quiso soportar el argumento.
Y más atrás, al pasado, la tristeza de las dignidades mercantiles, otros,
mejores o peores, que dijeron ser una madera, y fueron vidrio,
capaces de contener todo material, pero ausentes en la capacidad de arder, no ardimos.
Y quien quiere leer el cartel. Dónde me pongo si por Libertad pienso en la Pao.
Y la poesía me encarga una caricia de jazmín, una hoja seca, o el filtro de cartón,
o solamente a la Lore, que cumpleaños. O Eli. O Juan. O todo.
Me voy a una isla más lejana, donde la mente no me reclame soledades.
Me interno en un lugar donde me dopen, así el corazón no se me va en el galope de buscarlos.
Porque grito es cierto, y cuando ellos gritan, tímido o fugaz,
suelo evitar escucharlos.
Y ahora el café. Parido de las manos de la paz. Concebido en el vientre de mis sueños.
Cabecera sur, invade a Mar del Plata una nube. Los vuelos se suspenden.
Todos en tierra menos yo. Aspirando cenizas. Allí a lo alto.
Es de madera el entorno y acarrea los gritos secos de aquel que tuvo frío,
mientras una imagen me desarma la cabeza,
un pobre gime pobreza sentado en la puerta de una iglesia.
Y me conmueve un poco, pero pienso.
Qué negocio triste el de la fotografía, si el fotógrafo no combate la pobreza.
Y qué negocio oscuro la poesía, que se esconde en los renglones de libretas.
Yo caminé la Libertad. Y ví a la Pao y su tatuaje.
Suspendí mi descenso de subidas. Detuve mi viaje.
Y por un momento apenas. Tuve motivos de risa.
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